Yesca
“Ignis, quo clarior fulsit, citius extinguitur”.
Cuánto más brillante es el fuego, más rápido se apaga.
(Séneca, Consolatio ad Marciam 23.4)
El cuerpo de Ötzi el hombre de hielo de 5000 años de antigüedad transportaba cuatro trozos de hongo yesquero que utilizaba para hacer fuego.
Los romanos llamaban «igniarium» al eslabón de hierro con el hacían saltar chispas al golpearlo contra un pedernal y al que arrimaban el hongo yesquero para prenderlo.
Salvo aditivos a la yesca, como azufre o carbón vegetal, el método ha seguido siendo el mismo, prácticamente hasta mediados del siglo XIX cuando se inventó la cerilla.
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