A cerca de las monedas: moneda proviene del latín “moneta”, debido a que la casa en donde se acuñaban en Roma estaba anexa al templo de Juno Moneta, diosa de la Memoria, ya que esta actividad se encontraba bajo su protección.
Entre los celtíberos, hasta la aparición de las monedas, como procedimiento de comercio, se mantuvo el trueque como uso más habitual para el intercambio de mercancías. La llegada de las monedas en la Celtiberia se produjo de forma tardía a mediados del siglo II a. C., aunque ya se conocían desde hacía algo más de cuatro siglos en todas las sociedades del Mediterráneo oriental.
Ya en el año 1100 a. C. circulaban en China miniaturas de cuchillos de bronce, hachas y otras herramientas utilizadas para reemplazar a las herramientas verdaderas que servían como medio de cambio.
Las primeras monedas acuñadas con carácter oficial en la zona mediterránea fueron hechas en Lidia, (hoy Turquía), un pueblo de Asia Menor, aproximadamente entre los años 680 y 560 a. C.
Después de la experiencia de Lidia comenzaron a acuñarse monedas por orden de Darío de Persia, tras la conquista de Lidia, y posteriormente en Grecia.
De la mano de griegos y fenicios comenzó a extenderse su uso por todo el litoral de la península ibérica.
Hacia el interior, en la celtiberia, la introducción de las monedas no supuso el abandono del trueque, ya que inicialmente se usaba con fines muy concretos como el pago de soldadas a los militares y para determinadas transacciones comerciales.
Los conquistadores romanos exigían a los ciudadanos el pago de tributos en forma de cereal, tejidos y plata, aunque calculaban el valor de estos tributos en el equivalente de su moneda.
Poco a poco la población comenzó a utilizar las monedas, que obtenía a través de la remuneración de sus trabajos artesanos o artísticos y de la venta de productos agropecuarios.
En época Republicana (después de 211 a.C.), y hasta la época de Augusto (27 a.C. – 301 d.C.) la moneda patrón era el Denario que se dividía en otras siete fracciones:
Las primeras cecas o talleres monetarios surgieron como consecuencia de la estrategia política de los romanos de beneficiar a unas ciudades celtibéricas sobre otras en función de sus intereses políticos, por tanto la responsabilidad de su emisión recae sobre la ciudad, que le aporta la garantía necesaria, ostentando su poder con la inscripción de su nombre en el cospel o disco de metal. No todas las ciudades celtibéricas emitieron moneda, pero las que no lo hicieron pudieron servirse de las de las ciudades vecinas al permitir que circulara por su territorio.
Los celtíberos incorporan a sus monedas el repertorio iconográfico utilizado por los iberos, influidos por los griegos, aunque cada vez más adaptados a una estética autóctona: El jinete montado sobre un caballo portando una lanza es la iconografía más habitual en el reverso, presentando sólo modificaciones limitadas, a excepción de la sustitución de la lanza por otro objeto: palma, estandarte, o girando el brazo derecho hacia atrás para alzar otros tipos de armas (hacha doble, hoz, venablo o estandarte).
Los mensajes de las monedas contribuían a la legitimación del poder de las élites de las ciudades-estado que estructuraban el territorio celtibérico. La moneda será manejada por los soldados y mercenarios cuyas soldadas son pagadas en numerario de bronce, hasta mediados del siglo II a. C, como muestran los hallazgos del campamento de Nobilior de la Atalaya de Renieblas, próximo a Numancia. Pero después del 153 a.C. se libran en denarios.
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