CAELIA:
La caelia era la bebida por excelencia de los celtíberos, algo parecido a la cerveza y de la que tenemos constancia gracias a Floro y a Plinio:
“Los pueblos de Occidente consiguen también emborracharse macerando cereales; estas bebidas, en las Galias y las Hispanias, son de varias clases y de nombres diferentes, pero obtenidas por el mismo procedimiento. En las Hispanias incluso se ha demostrado ya que la caelia soporta el envejecimiento”. (Plinio, XIV, 149).
Básicamente la caelia es un tipo de cerveza
JAMÓN:
Para conocer el origen etimológico del vocablo jamón tenemos que remontarnos al griego, donde nos encontramos con el término Kampé, que es curvatura o articulación curvada de un miembro, lo que vendría a significar, el corvejón de una pata de animal. Pasó al latín clásico bajo camba, una denominación vulgar latina que se utilizaba para designar la pata o pierna, tanto de animales como de personas. El vocablo jamón acabaría llegando a España procedente del francés romance… donde sobre el año 1080, la palabra jambe (pata o pierna en francés) empezó a usarse de manera extendida en el territorio francés. Esta palabra evolucionó de nuevo y en el siglo XIII se encuentran escritos con la palabra jambón (jamón en francés).
Podemos decir que la historia del cerdo y del jamón se remonta a la época de los celtas; dónde el cerdo llegó a ser un animal fundamental en sus vidas; hacían de él un objeto de culto y sustento básico en su alimentación.
El mundo romano se dedicó durante siglos a la producción de jamón, de tal manera que en el siglo II a.C. en Cantabria y Cerdeña se elaboraron jamones y de los siglos I al IV hubo una importante producción.
Los romanos ya eran consumidores de jamón, el llamado prosciutto. Catón el Censor (234-149 a. C.) escribió el primer documento sobre la conservación de jamones de cerdo: se dejaban unos días en salazón, después se les untaba con aceite de oliva y se colgaban a secar. Menciona que pernae (jamón) y petasones (patas delanteras) se produjeron en la llanura emiliana –era y es famoso el de Parma– como provisiones para el ejército así como para banquetes en Roma. También sabemos que, después de su victoria sobre los romanos en Trebbia en el 217 a. C., Aníbal entró en Parma y confiscó a los habitantes como botín de guerra los jamones almacenados en barriles de madera. Un siglo más tarde en su De re rustica el historiador Varrón (116-27 a.C.) y el geógrafo Estrabón (63 a.C.-24 d. C.), confirman la fama del prosciutto de Parma.
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