La historia sería otra si aquel día Aníbal hubiera entrado en Roma:
—…”Sígueme, yo iré por delante con la caballería, y sabrán que has llegado antes de saber que estás viniendo». Para Aníbal la propuesta era demasiado optimista e importante como para aceptarla enseguida. Le dijo a Maharbal que elogiaba su celo, pero que necesitaba tiempo para pensar en sus planes. Maharbal le respondió: «Los dioses no han dado todos sus dones a un solo hombre. Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes qué hacer con la victoria».
Es creencia general que la demora de aquel día salvó la Ciudad y el imperio.
(Tito Livio, ad urbe condita, libro 22, 51)
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